3 cosas que aprendí escuchando mi cuerpo
¿Alguna vez has sentido que comías bien, pero tu cuerpo te decía todo lo contrario? Yo pasé por eso durante años. Pensaba que hacía todo correcto, pero seguía despertándome cansada, con dolor de cabeza o sufriendo un malestar digestivo inexplicable.
Te confieso que fue frustrante… y muchas veces me sentía perdida.
1. Creer que comemos variado… cuando en realidad repetimos lo mismo
Siempre pensé que mi alimentación era variada: frutas, verduras, cereales, proteínas… todo en su justa medida, o eso creía.
Pero un día decidí anotar todo lo que comía cada día, con la intención de descubrir qué me sentaba mal.
Lo que encontré fue revelador: no era tanto que hubiera alimentos “prohibidos” para mí, sino que mi dieta estaba basada en los mismos ingredientes una y otra vez. Muy poca verdura, aún menos pescado, demasiados carbohidratos refinados (arroz, pasta, patatas, pan) y otros productos alimentarios con sus aditivos, conservantes y colorantes, formaban parte de mi día a día. Además, tanto la verdura como el pescado carecían de variedad.
Ese ejercicio me enseñó algo fundamental: no basta con pensar que comemos bien; necesitamos observar qué estamos realmente poniendo en nuestro plato y cómo se repiten los mismos patrones. Aprender a variar y escuchar cómo cada ingrediente nos sienta se convirtió en el primer paso hacia sentirme mejor de verdad.
2. Controlar no es lo mismo que cuidar
Confieso que intenté controlar todo. Cada comida planeada, evitar ciertos alimentos, seguir reglas estrictas… y aun así, seguía sin resolver nada.
Pero algo curioso empezó a ocurrir: Me di cuenta que había comidas que, según “las reglas”, no eran lo ideal, y aun así mi cuerpo las digería perfectamente. Por ejemplo, podía comer algo más pesado, picante o con más grasa de lo que “debía” y sentirme bien, ligera y con energía.
Y, por el contrario, un plato aparentemente simple —como un pollo a la plancha con arroz blanco— podía dejarme con dolor de estómago o malestar toda la tarde.
Ahí entendí algo que cambió mi forma de ver la alimentación: no es tanto lo que “deberías” comer, sino cómo estás tú en ese momento. Aprender a escuchar esas señales, más que seguir reglas, se convirtió en la clave de mi bienestar.
3. Cuando los exámenes médicos tradicionales no contaban toda la historia
Hice análisis y chequeos con médicos y digestólogos: todos perfectos. Aun así, yo seguía con síntomas inexplicables, y la respuesta para todo era que “era estrés”. No quería resignarme a una vida llena de dietas restrictivas y medicación antidepresiva que, además, no estaban solucionando el problema.
Fue entonces cuando decidí dar un paso más y apostar por algo que había descubierto tiempo atrás y que creí que podía ayudarme: la psiconeuroinmunoendocrinología.
Gracias a ella, pude acceder a pruebas más específicas y personalizadas que realmente me dieron respuestas. Ahí aparecieron cosas que los análisis tradicionales no detectaban: disbiosis, inflamación y permeabilidad intestinal. Y con ellas explicaciones también a mi bajo ánimo, mi falta de energía, o mis digestiones insufribles.
Seguramente el estrés fue el desencadenante de todo, pero la realidad es que esa parte emocional se había transferido al cuerpo, y era necesario abordarla también para poder avanzar hacia el bienestar. Aprender sobre la relación entre mente, emociones, sistema nervioso e inmunidad fue un antes y un después en mi camino hacia la recuperación de la salud.
Ahí entendí algo liberador: tu cuerpo habla todo el tiempo, incluso cuando los análisis tradicionales no muestran nada. Escucharlo y explorar nuevas herramientas fue un acto de amor propio que marcó la diferencia en mi bienestar.
Reflexión final: empezar a escucharte
Escuchar a mi cuerpo no solo cambió lo que comía, sino también cómo me trato y cómo me relaciono conmigo misma. No necesitas dietas estrictas ni fórmulas mágicas:
- Observa tus señales y atiende lo que necesitas.
- Actúa con paciencia y compasión.
- Busca ayuda profesional si es necesario.
Te invito a que hoy te detengas un momento: ¿qué te está diciendo tu cuerpo?